Este blog es un derivado de mi primer blog, Mis manualidades, donde pongo fotos de mis manualidades (qué original), recetas y relatos sobre mi vida. Quizás, tal como las personas que comienzan con las operaciones plásticas y luego que empiezan a hacerle arreglitos a la naturaleza, no pueden parar de hacerse mejoras y terminan como caricaturas a sí mismas, me haya vuelto adicta a los blogs y ahora no pueda dejar de abrir uno tras otro ya que en realidad es el cuarto que abro.
Este blog será dedicado solamente a relatar sobre mi vida que es como la de todos, o casi. Mucho de lo que escriba aquí ya lo publique en mi otro blog y ahora lo trasladé.

Tengo el pelo gris pero puse una foto donde estoy con el pelo verde, lo hice así por dos cosas, una porque creo que así quedo cuando tengo que enfrentarme a los aparatejos modernos (léase: todo lo que se ha inventado luego de la rueda), me sacan canas verdes; y otra porque me gusta como queda y si pudiera me lo teñiría así.
Abajo del todo hay una ventanita donde pueden dejarme saludos, también pueden dejarme comentarios o saludos debajo de cada post (cliqueando donde dice Comentarios).

En el costado, más abajo de mi foto, está el archivo ordenado por temas, cliqueando ahí pueden ver los posts que publiqué antes, o pueden cliquear abajo del todo (antes de la ventanita de los mensajes) donde dice Entradas antiguas.


miércoles, 29 de abril de 2009

Mi primer reloj

Sigo alérgica o engripada, y también revisando viejos posts, elegí éste donde cuento de mi primer reloj:

Mi relación con los relojes siempre fue muy especial. Ya desde niña muy chica recuerdo que me fascinaban.

No es algo filosófico ni profundo, nada que tenga que ver con el poder medir el tiempo. No, nada de eso, simplemente que para mí, más que marcar la hora, los relojes marcaban etapas, usar reloj era cosa de gente grande.

Recuerdo cuando iba a los cumpleaños y en una sorpresa me tocaba un reloj, aquellos de juguete con una cinta elástica en zig zag, los había de distintos colores, más recuerdo los rojos y los amarillos. Pasaba muchos días con aquel reloj en mi muñeca.

Tenía bien practicado el gesto de mirar el reloj, cómo se estira el brazo para que la manga deje al reloj a la vista, o como elegantemente se corre la manga con la mano. Yo practicaba y practicaba esos dos gestos, mirando el reloj de juguete o el
imaginario.

Luego vino una etapa en que si bien se puede afirmar que comencé una ofensiva contra mis padres para que agotados terminaran comprándome un reloj, yo aseguro que si eso sucedió, fue pura casualidad, no hubo ninguna intención artera. Los habré cansado, sí, pero no fue con premeditación y alevosía.

A cada ratito preguntaba: ¿qué hora es? Deben haber terminado con los brazos acalambrados, en aquellos tiempos no todos los aparatos estaban relojizados como hoy, y tampoco había tantos aparatos en las casas, entonces debían mirar el reloj pulsera cada vez que yo preguntaba, repito, a cada ratito, la hora.

Así fue que aquel año los reyes me trajeron el mejor regalo: un reloj pulsera! Me costó creer que era verdad que yo fuera la feliz poseedora de un reloj, y cuando me convencí que era así, aquel reloj era mío, me lo puse.

Me lo puse en el brazo que tan practicado tenía, el derecho. Cada vez que mis padres veían que yo andaba con el reloj en el brazo derecho, me lo hacían cambiar para el izquierdo. Pero la fuerza de la costumbre es muy grande, sobre todo cuando es costumbre de tanto tiempo, y si bien me hacían poner el reloj en el brazo izquierdo, yo seguía mirando el derecho con aquel gesto tan elegante que además no dejaba ninguna duda que yo tenía reloj.

Si mis padres calcularon que al tener reloj propio ellos se salvarían de mi "¿qué hora es?" pues se equivocaron enormemente! Yo miraba mi brazo derecho, constataba que el reloj no estaba ahí, miraba el brazo izquierdo y preguntaba la hora, quería asegurarme que estuviera funcionando bien, que estuviera en hora.

Y mucho más no se podía hacer con un reloj más que mirar la hora y darle cuerda, por tanto a esas dos actividades dedicaba gran parte del día con el resultado que la cuerda a cada rato se rompía. Fue un elemento más con el que cansar a mis padres.

Lo llevaba a la farmacia a que lo arreglaran. Ahora me doy cuenta que es algo extraño, no creo que esté entre las tareas de un farmacéutico el arreglar relojes, pero el de mi barrio lo hacía, o por lo menos el mío lo arreglaba.

Yo entraba muy orgullosa a la farmacia, ningún cliente allí presente se perdía de enterarse que yo tenía reloj. Como todo con el tiempo ya no fue novedad, todos los sabían, supongo que bastante cansados como mis padres, y hasta el farmacéutico cuando me veía entrar en la farmacia ya me preguntaba ¿el reloj otra vez?

Un día me dijo que ya no tenía arreglo, no sé si realmente habrá sido así o mis padres le habrán pedido que me dijera eso, o fue iniciativa propia, pero así terminó sus días mis primer reloj. Mi gran amor terminó liquidándolo.

3 comentarios:

  1. mi primer reloj, me lo regalaron mis padres cuando cumpli los cinco años...no lo recuerdo, pero supongo que tuve que dar tambien bastate la lata antes, porque la condicion para comprarmelo era saber leer la hora y vaya si lo consegui. era pequeñito y tenia la correa con los colores de la bandera de barcelona... porque yo habia nacido alli (quien diria que con los años, digo que de barcelona es solo mi dni, que yo soy asturiana) me lo dejaban poner solo los domingos o cuando ibamos a salir a algun sitio asi "vestidos de domingo", ponermelo era todo un rito en el que mi padre me hacia poner la muñeca encima de la cama hasta que estaba bien ajustado... por si se caia al suelo.... despues rodo muchos años por casa hasta que desaparecio.
    con tus historas, haces recordar historias propias... gracias
    besos

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  2. recuerdo mi primer reloj siii!!!era uno de mickey, el muñequito era el segundero y yo me la pasaba mirando como mickey daba vueltas y vueltas y vueltas...que lindos tiempos...

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  3. Repito lo que te he dicho antes: me encanta tu maravilloso humor, me has hecho recodar tambien mi primer reloj,Besos

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